No entraba en mis pensamientos acudir a una carrera de montaña a estas alturas de temporada, decidí ir y no quedarme en casa tumbado en el sofá, y menos mal que fui, pues lo pasé genial.Júzcar, ese pueblo pitufo, pintado de azul, nos esperaba al pasar una curva, en medio de una hermosa arboleda y rodeado de altas montañas. Llegamos con tiempo para recorrer sus calles y tomarnos un refresquito a falta de café.
Un poco antes de las 8 y media de la tarde dieron la salida, unos 60 corredores, dispuestos a salvar ese desnivel acumulado de más de 1.000 metros y los 14 km que separaban la salida de la meta. Nada más empezar a subir cuestas. Con la experiencia de Pedro, decidí pegarme en lo posible a él. En el km 4 casi sufro un esguince que quedó en una torcedura que no me impidió continuar, ello debido a esos caminos serpenteantes y teniendo que sortear piedras. A mitad de carrera la noche nos sorprendió y nos adentramos en medio de la arboleda. A esta altura de carrera, Pedro se quedaba sin luz en su frontal teniendo que adecuarse a mi ritmo para ver algo en esa oscuridad, a pesar de la luna llena.
Cuando llegamos a meta me alegró saber que habíamos entrado entre los 10 primeros, con un tiempo de 1h 38 ´.
Después unas cervecitas y un buen bocata de filete, un rato de charla, que completaron un excelente día. 
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